Los editores no dañan tu obra

Por:  Javier García

 

El mito de los escritores heroicos contra los malvados editores hace tiempo que se cayó, con la proliferación de pequeños sellos independientes.

La verdad objetiva es que dejándose de leyendas urbanas de mártires y villanos, el trabajo de un editor es mejorar la escritura de las partes de un manuscrito, desde la gramática, la estructura y la fluidez, hasta el cumplimiento de las pautas de edición y la verificación de datos. Los editores realmente buscan pulir cada contenido que tocan para hacer del conjunto del libro algo redondo.

Pueden seguirse sus consejos y aprender de su hábil redacción de palabras. O se puede estar a la greña entre quejas, lo que repercute negativamente en la propia obra en la que se trabaja. Los escritores pueden tender a ser un grupo de piel fina con su propia producción, enamorados de esas palabras que escribieron, olvidando que el publicar significa compartir oficio.

Hay que permitir que se revise, escudriñe, edite y comente un trabajo. Cuando se trabaja con editores, es necesario recordar que están ahí para mejorar el contenido. Para mejorar la obra y que acabe siendo un libro, hay que tomar nota de lo que están haciendo y por qué lo hacen.

La edición es parte del proceso de escritura y no tiene por qué gustar, pero sí aceptar éste paso y esperar asociarte con alguien que pueda igualar la voz, mejorar el estilo y limar asperezas que ni el autor sabía que existían.

En cuanto al exterior del libro, nada grita “aficionado” como la portada de un libro mal elaborada. Una de las mayores frustraciones editoriales se produce cuando un libro bien elaborado y meticulosamente editado se combina con una portada aburrida.

Llegar a diseñar la cubierta de tu propio libro es un tipo de poder enloquecedor que probablemente no debería dejarse ni al azar ni en manos inadecuadas. Demasiadas probabilidades de que algo salga mal.

A menudo hay una desconexión vergonzosa entre cómo las personas intentan presentarse y cómo son realmente percibidas, razón por la que las editoriales cuentan con profesionales para las cubiertas de los libros.

Las cubiertas de libros son una importante herramienta de ventas y la sección de marketing de las editoriales considera, con bastante razón, que la portada es asunto suyo.

En mi organización contamos con experiencia profesional trabajando con otras personas y empresas, y sabemos cómo obtener resultados. Pero todo es en vano cuando aparece alguien que tiene un “pálpito” sobre su proyecto. Simplemente no quiere escuchar. No escucha una valoración profesional y no escucha el sentido común.

Creen que tienen una gran idea que cambiará el mundo de repente y les hará pasar a la historia. Ponen todo su esfuerzo en escribir su libro, pero ignoran por completo las actividades de marketing que ayudarían a que la obra resulte atractiva. No hay campaña, ni estrategia, ni material promocional. No generan ningún revuelo ni entusiasmo.

Imaginad contratar a un maestro repostero y luego tratar de decirle cómo debe hacer buenos croissants. ¿A que es un sinsentido? Lo mismo ocurre con contratar servicios profesionales de edición y publicidad/comunicación y luego cuestionar su experiencia.

Las recomendaciones son información valiosa de un equipo que vive y respira el que el producto llegue a cumplimentar su objetivo. El éxito de su labor está entrelazado con el tuyo, así que permite la libertad para ademas de editar, elaborar estrategias y publicitar el producto.

Subestimar la profesionalidad y experiencia, obstaculiza la capacidad para rendir al máximo. Los editores no dañan tu obra. Sólo hacen su trabajo.

 

Javier García
Editor y director creativo

Ediciones Insurrectas

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